jueves, 18 de febrero de 2010

Trazos

Buscarnos en el blanco del papel.

martes, 16 de febrero de 2010

Ventana

Lo incierto es esa diminuta ventana que nos muestra sólo una pequeña parte de un gran lugar, el resto lo creemos.
Es ahí donde florece la imaginación.

sábado, 13 de febrero de 2010

La vereda del libro álbum.

Kundera habla de las diferencias entre las veredas y las carreteras, una diferencia entre el mundo antiguo y el mundo moderno: el transitar y la prontitud.
En una, el andar se lleva y se dibuja dependiendo de la geografía del lugar, en la otra, el trazo irrumpe buscando la línea más corta entre un lugar y otro. La vereda lleva su tiempo y permite la contemplación, mientras la carretera pretende no demorar en absoluto concentrando rigurosamente toda mirada, de tal forma que el hombre se desvanece hasta que arriba al lugar, a diferencia de la vereda en la que el hombre nunca deja de percibirse.

Si, los caminos se han soslayado.  Trasladarnos ahora es tiempo perdido, es vida anulada.  El transcurrir se ha confundido con la tardanza y lo inmediato lo requiere todo.
Ese vértigo que atrae sin demora, vivir pronto, rápido, inmediato. Transitar las súpercarreteras. Hemos olvidado el tiempo que nos prolonga. Lacónicamente nos hemos vueltos tan prontos.

Entonces, la antigua lentitud del ser para andar.

En ello, el libro álbum debiera ser tan antiguo, porque en su naturaleza generadora arraiga al lector la necesidad de equilibrarse en esos espacios, con otros ritmos, con otros tiempos, con la belleza de la lentitud, a contraposición de lo cotidiano y su velocidad. El libro álbum es contrapeso cultural de la forma inmediata, es espacio siempre mediato, territorio oscilante, donde lentamente transcurrimos.
Entonces construir el enclave del libro álbum es trazar las geografías que permitan el tiempo dilatado, donde se pueda estar incesantemente: una lectura construyendo antigüedad.
El libro álbum debe ser ruptura del tiempo-inmediato para recuperar el tiempo-prolongado. Donde la idea de lo humano vuelva a ser vereda, donde nos opongamos a lo inmediato, "la extensa morada".
Por ello la necesidad del discurso profundo y contenedor, porque un libro álbum es morfología del andar. Y somos, los ilustradores, mitad de ello.

viernes, 12 de febrero de 2010

Color blanco

 


La voz del libro es la memoria perdida.



jueves, 11 de febrero de 2010

Memoria

  


Recordar. Del lat. Recordari, Re (de nuevo) y cordis (corazón). 
"Volver a pasar por el corazón".
1. tr Traer a la memoria algo.



Tan parecidos.

La nada.
Nosotros.
Los recuerdos.

Ahora sabemos que no existe el espacio, y que la materia en veces es onda y en otras partícula, por eso la percepción, por eso el recuerdo.
Entonces, ahora, con la noticia, entendernos como seres llenos de recuerdos nos alivia.

Entonces sí. 
El corazón sigue siendo origen de la razón y la memoria nuestra casa. 



 

jueves, 4 de febrero de 2010

Dibujo

 

 The Trustees, Kitagawa Utamaro


no existe el hombre,
no existe la mujer.
Solo el trazo de ellos.




El odenador y la ficción.


“Yo’’: una ficción de la que a lo sumo somos coautores.
Imre Kertész


I

La idea de trabajar directamente en un ordenador sin medios tangibles, además de presentar las cuestiones permanentes sobre el soporte de la obra o sobre la carencia de un original, termina por cuestionarnos indefectiblemente a nosotros mismos.
Como la irreductible duda que se plantea cuando el ordenador se apaga: ¿dónde quedamos?, ¿qué queda de uno mismo?, y ¿dónde está nuestro trabajo?.

El trabajo digital se construye en un espacio muy parecido al de la ficción, donde las imágenes figuran ilusorias y hasta cierto punto parecen no existir. Como cuando al terminar de contar una historia queda solo el recuerdo. El recuerdo en nuestra memoria: espacio de la imaginación.
Los artistas zen, siempre nostálgicos, contemplan y meditan observando. Después blanden el recuerdo sobre su lienzo.
Kitagawa Utamaro pensaba y recordaba mirando, volcaba en la ejecución de su lápiz el registro de la contemplación de la memoria, los registros eran interpretación del mundo y esa interpretación del mundo construían su pensamiento. Así, la mirada que medita sobre el mundo persiste, como una imagen que se vuelve  recuerdo.  Aún más, la imagen persiste y trasciende, y el recuerdo, entonces, nos piensa, nos inventa.
Un espacio ficticio que nos va construyendo, que nos va registrando bajo la luz del pensamiento, que nos permite urdir el recuerdo y la imaginación en un mismo lienzo. Mirada que devana la luz de lo que imaginamos.
Transfigurar los perceptos del mundo en invenciones a través de una ilustración digital, es justamente arraigar la mirada en todo lo que nos es cierto. El mundo se abstrae y se devuelve.


II

Todo se observa a través del diafragma del ojo sucediendo la mirada, como el monitor de un ordenador enhebra la imagen digitalizada de un mundo que sucede en la percepción de un ilustrador. Su reflexión debe transformar esos recursos en elementos inventivos, alejándose del del kitsch digital y separándose, como se separa la ficción y el pensamiento, del mero fingir.
Instrumentalizar así el trabajo, permite que lo digital ocurra a través del pensamiento.  Esta conceptualización debe destruir el paralogismo de que la ilustración digital es mera imitación.



 III

No hay nada tan ficticio como una ilustración digital, como su trazo sin impronta reproduciendo perceptualmente una impronta. Ficticio, como el Ukiyo-e  toma su pensamiento para construirse.
Precisamente esas construcciones son las que colocan el trabajo digital en los mismos espacios de la ficción, un hilo concreto de un mundo inasible; es el infinito hilo del artificio que enhebra la imaginación por el pensamiento. Trabajar con un ordenador es trabajar con la reflexión de la mirada, no con la luz, sino con el reflejo que incide en el ojo; mirando, enfocando, diafragmando el mundo, iluminando desde la memoria y el pensamiento.  No hay lienzo de algodón o de papel, no hay planitud, no hay registro del material, sólo una ventana que deja ver las figuraciones del pensamiento que se graban en un archivo digital.
Como la fotografía que guarda la luz, la memoria guarda la mirada y el ordenador guarda lo que imaginamos.  Es como dibujar con el halo de luz del barroco, alumbrando solamente lo que podemos ver en esta gran oscuridad:  ventana otra vez.

 


IV

Si.  Nos alejamos de la mesa en donde el cuerpo se instrumentaliza y prolonga su peso en el soporte proyectando su propio accidente plástico, pero nos acercamos directamente a la mirada que ejerce otro peso para abrir una gran ventana:  Fictio formarum, la formación del mundo a través de la luz.

Así pues, esta idea de no contacto, de no tangible, que es lo que desarraiga el trabajo digital, paradojicamente, es la misma naturaleza que le permite construir en los mismos espacios donde ocurre la imaginación y la fantasía, alumbrando nuestro posible.  Convirtiendo este gran “artefacto˝, el rígido ordenador, en la impronta de una imaginación flotante.

V



Efectivamente, el monitor es una gran ventana de lo posible.